Los extraterrestres son buenos.
En el año de 1965, casi al completar mis diez años de vida, ya era una voraz lectora y la gran curiosidad que tenía por conocer el mundo, el universo, la naturaleza y la vida, me llevaba a buscar constantemente material literario que me ayudase a comprender lo desconocido, a develar los misterios que eran como un canto de sirena.
La palabra impresa, las ilustraciones, los cuentos, historietas, los libros de estudio y mucho más, traían hasta mi espacio geográfico pequeño de barrio, las posibilidades de vivir la aventuras y de aprender cada vez más.
Ya he dicho que mi padre coleccionaba historietas de super héroes y las guardaba con celo, pero los domingos bajaba el cajón de la repisa y nos permitía incursionar en aquella maravilla.
Siempre cerraba esas sesiones con un cuento de misterio o de miedo, dejándonos las almas en vilo y sin poder apagar la luz en la noche, pero sospecho que la mayoría de sus relatos los inventaba en el momento.
El miedo en nuestra niñez era algo delicioso, porque sabíamos que no eran reales esas cosas ``espantosas´´ de los cuentos pero no podíamos dejar de ver hacia atrás por encima del hombro, por las dudas.
Le tomé especial ``precaución´´ a los extraterrestres, porque nunca se sabía cuales eran sus intenciones aquí en la tierra.
Tan fácil imaginábamos como sería que bajase una nave en el patio del fondo, y qué aspecto raro tendrían sus pasajeros.
Si por las noches demorábamos en entrar para el baño, solo bastaba que nuestra madre nos gritara desde la puerta: _ ¡Cuidado con los extraterrestres!_ y nos atropellábamos para entrar antes de que vinieran a por nosotros.
Un domingo de esos se terminó el miedo a los viajeros del espacio, cuando encontré una revista en el cajón de papá, la misma desentonaba con la colección de Superman, estaba aparte y por supuesto; ¡la leí en unos minutos!
Tuve una revelación explosiva, la mostré a mis hermanos y todos quedamos convencidos de que los cuentos de padre estaban equivocados.
Cuando él quiso meternos miedo con sus seres horripilantes, tuvimos un debate épico, entre las risas de mi madre y los esfuerzos de papá por ganarnos.
Tuvo que rendirse.
Hasta le dijimos que era un embustero pero que nos gustaba asustarnos, para dejarlo más contento.
Ya sabíamos que los extraterrestres eran buenos, que si venían podrían ayudarnos en muchas cosas y no teníamos que temerles.
Después me pasé varios años deseando que una nave me llevase a otra galaxia, no pocas noches me dormí en el patio, mirando a las estrellas para ver si veía una lucecita lejana acercándose a la tierra.
La dichosa revista era un ejemplar de Cuentos de misterios, la número 16, con tres historias hermosas que hicieron florecer fantasías en mi cabeza.
Cuando mi papá dejó este plano en el año 1996, fui a su casa en busca del ejemplar pero de aquellas colecciones solo quedaba una revista de Tarzán, pero eso es otra historia que les contaré en estos días.
Por lo tanto tuve que buscar en varios sitios hasta que di con este número, para ilustrar mi relato.
Vean la portada,esa presentación me parecía algo impresionante, la dibujé en tamaño grande aunque no conservo el dibujo.
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